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lunes, 21 de marzo de 2011

Advertencia

ELLA está paseando tranquilamente por su ruidosa ciudad, ajena a la vida y con la cabeza en otros mundos a millones de años luz de aquí.

Un perro atado en una señal cerca de la puerta de un bar mira aburrido el tráfico y bosteza.

Niños ruidosos, sudorosos y animados, con la cartera en sus espaldas, salturrean felices de salir de su cárcel-colegio.

ELLA mete las manos en su bolsillo mientras espera que se ponga en verde el semáforo. Cruza, anda hacia el parque frente a la estación de cercanías. De repente, se topa con un libro de poesia medio roto abandonado en un banco de piedra. Había oido hablar de iniciativas culturales de abandonar libros para compartir y se pregunta si será éste el caso o simplemente el descuido de algún lector. Lo coge y ve que tiene una página marcada. Lo abre y lee:


Si alguna vez sufres -y lo harás-
por alguien que te amó y que te abandona,
no le guardes rencor ni le perdones:
deforma su memoria el rencoroso
y en amor el perdón es sólo una palabra
que no se aviene nunca a un sentimiento.
Soporta tu dolor en soledad,
porque el merecimiento aun de la adversidad mayor
está justificado si fuiste
desleal a tu conciencia, no apostando
sólo por el amor que te entregaba
su esplendor inocente, sus intocados mundos.

Así que cuando sufras -y lo harás-
por alguien que te amó, procura siempre
acusarte a ti mismo de su olvido
porque fuiste cobarde o quizá fuiste ingrato.
Y aprende que la vida tiene un precio
que no puedes pagar continuamente.
Y aprende dignidad en tu derrota,
agradeciendo a quien te quiso
el regalo fugaz de su hermosura.




Serán coincidencias, se dice, pero me lo llevo a casa, este libro me conoce demasiado bien y no quiero que vaya contándole por ahí a otros las intimidades de mi alma.
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